Dedico esta sección cultural a mi querida amiga Blanca E. Duval Atilano, quien reciente festejó su onomástico. Eres estrella errante que llegó para quedarse en este fraternal corazón. ¡Felicidades!
Usted me gusta
Usted me gusta por ser libre, lista y emprendedora, me gusta porque dice lo que piensa y hace lo que ama… algunas veces me gusta un poco loca y otras tantas bellamente despeinada.
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Amante soledad
Te escribiré cada noche en espera, cada madrugada en ausencia, al nacer el sol en solitario, mientras el café mañanero se enfría frente a mis ojos y en el atardecer de bancas vacías.
Te escribiré, bordando letras, engarzando palabras que nunca debieron unirse, inventando la historia de una cama que no debería estar vacía y que en la penumbra se colma de tu fantasma
Te escribiré, en nuestro mar de sábanas, en el lecho en pausa y sobre el corazón que hoy sólo abriga la compañía de su amante soledad.
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Piel de mi piel
Te extraño… muchas lunas han nacido y muerto desde que empecé a quererte, no es fácil escribir tu nombre cuando la nostalgia de tu ser me invade, llevo varias noches sin dormir y días dormitado. No me reconozco, tu nombre estelar hace eco en mis adentros, estalla en cada fibra y pernocta plácidamente en este corazón que late con ansiosa taquicardia un te quiero.
Pálida flor de pétalos iluminados, viajera celeste, pasan los días y los años, los silencios se apoderan de mi alma, he llegado al límite de la locura, las primeras gotas han derramado el vaso y el río de sentir se vierte sobre las hojas, se amalgama con mi tinta sangre y escribe lo que con cobardía enmudecida mi sentir se negaba a trazar. ¡Te quiero!, no sé ni cómo ni cuándo, pero no es de hoy, ni de este año de estrellas estrelladas, de pequeñas estelas en fuga y de sol eclipsado por la miel de tus ojos. No es de hoy, es definitivo, pero nunca he encontrado el viento a favor, o siempre me ha dado miedo elevar mis velas y quererte… quererte, simplemente quererte.
Eres musa y canción noctambula, mi cósmica voz, sonrisa y abrazo fusionado, eres la mirada perpetua de mi pensamiento, el vaivén de mis latidos y la última palabra en mi anochecer. Cómo no quererte, si eres la mágica alquimia que perfuma la dermis y eriza mi suspirar. Cómo no quererte, si llegas alada a mi isla y llenas los vacíos rincones con tu mirada. Cómo no quererte, si cuando sostienes mi mano todo pasa, los sismos se detienen y recobra la calma mi epicentro. Y cómo no quererte, si eres el silencio de mi noche, la compañía perfecta y la piel de mi piel.
Siempre te he querido, a grito enmudecido y sin saber por qué, pero te quiero, desde la primera noche y hasta mi último amanecer. Quizá te sorprenda, quizá no, quizá sea sólo la embriaguez de la ausencia de un beso, el opio de tus labios al hablar, el hechizo en tu mirada o el poderoso embrujo de tu risa que resuena noche y día sin parar. Quizá, sólo sea yo… que en nocturno sueño viajo a tu ventana, te beso en silencio, abrigo el cosmos de tu alma y te digo con tímida tartamudez lo que en afónico sentir he ocultado… ¡Te quiero!
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Un sólo corazón
Amo el amanecer de tus ojos, el perfume estelar de tu pelo, cual manto nocturno que me abriga cada noche.
De tu boca nacen las más húmedas palabras, que llenan de dulzura mis solitarios oídos que esperan que pronuncies con fervor mi nombre.
Quiero pernoctar en toda tu dermis, recorrer tus rincones más ocultos, besar tus islas y adentrarme en tu amado ser.
De la eternidad de tus labios de carmín quiero nacer, y amarte pacientemente hasta el amanecer taciturno.
De las noches inquietas y serenas seremos dueños, La mejor de nuestras noches será en la que no queramos dormir.
Deseo fundirme en un abrazo, ser uno solo con tu cuerpo, mientras respiro de tu aliento que exhalas mientras nos amamos.
Ni los mares, ni los vientos, ni distancia alguna podrán separarnos, porque en nosotros habita un solo corazón.
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Inmaculada traza
Bien aventurado el viento
Lánguido soplo de luz perene.
Amores infantes, infinitos
Nostálgicos y de mejores ayeres, los
Caducos sueños blanquecinos
Apartan de las sombras la soledad.
El inmortal eco de noches de invierno
Sin abrigo, embriagan las arenas del
Tiempo sin retorno.
En inmaculada traza
Las olas de mar en calma
Ausentan la estela que navegaste en mí.
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Blanca estela de luz
Si la blanca estela de luz que deja la barca pirata de tu Silencio
donara un doblón cada vez que el cofre de mi corazón te llama sin eco
su bucanera y blanca cuenta en bitácora, hoy, ya fuese millonaria
de tus vientos de luz, que impulsan a mi corsario corazón a toda vela.
Milton Susilla ©
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