Por Nadia Beristain.
¿Tiene un olor la muerte?
¿O es inodora?
En Texas, la tarde del lunes 27 de junio la muerte llegó oliendo a indiferencia, hacinamiento y abandono…
Familias desde sus países, que sin oportunidades palpables, se enteran a través de las noticias de la tragedia y dejan de sentir hambre o dolor alguno…
¿Cómo sufrir por encima del adiós a su hijo, esposas, madre o hermanos?
Sus padres los bautizaron como Juan, Alicia, Fernando…
La vida y el camino -que sin muchas opciones eligieron- terminó de identificarlos como “migrantes”.
Producto de su trabajo, viajaron en un último recorrido ilegal de 145 millas, seres humanos llenos de esperanza dentro del camión de la muerte -afirma la vox populi-
Alrededor de las dos de la tarde, dos check points de la patrulla fronteriza quedaron burlados.
La suerte estaba echada…
Alguien decidió, a la distancia y desde la impunidad el destino de 53 migrantes- hasta ahora- y el terror de la zona del país a la que llegó la Seguridad Nacional desde el pasado 1947…
La muerte lo supera todo…
Llega con olor a sudor, a sed e injusticia para burlar los retenes y las patrullas fronterizas.
La muerte llega y luego se traslada a hospitales de San Antonio, junto con comunicados y reclamos internacionales para cerciorarse de que sus enviados hayan efectuado una buena labor…
La muerte llegó a 250 kilómetros de la frontera con México y 50 de San Antonio a las 6: 20 de la tarde y luego se marcha con el silencio, como una compañera fiel.
Implacables ambos: la muerte y el silencio que nada apaga…
Ni el terror, ni el dolor de sus familias, ni el llanto, ni la falta de todo…
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