El 18 de agosto pasado, en Guadalupe, Nuevo León, desapareció Fernanda Rubí Torres. Su hermana llevó sus fotografías y datos de contacto a Twitter con la esperanza de encontrarla, pero recibió un sinnúmero de respuestas que la culpaban de su propia desaparición y la insultaban. ¿Por qué la falta de empatía y el odio son una constante cuando una mujer desaparece?

Antes de recibir noticias de su hermana, Neidy publicó tres fotografías suyas en Twitter, incluidas aquellas en las que sus tatuajes son visibles, además de la ficha de búsqueda y otras señas particulares. En su misma cuenta, ella informó más tarde que había logrado contactarla.

No obstante, mientras duró la búsqueda, además de atravesar por la pesadilla que representa el hecho de tener a un familiar cercano desaparecido en un estado con altos índices de violencia, tuvo que leer respuestas en las que llamaban ‘puta’ a su hermanala culpaban de su desaparición y sugerían que ella ‘se lo había buscado’.

Esto último es un eufemismo; muchas respuestas fueron aun peores:

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Los comentarios sobre el cuerpo de Fernanda, sobre sus tatuajes y sobre lo que juzgan como su vida sexual son un ejemplo de la misoginia que prevalece en un país donde aproximadamente 1,200 mujeres han sido asesinadas tan solo en 2018 y otras miles continúan desaparecidas.

Como en el caso de María, la joven mexicana asesinada en Costa Rica en julio pasado, gran parte de la opinión se volcó en atacar a la víctima con comentarios de odio, como si tener tatuajes o tener una hipotética vida sexual activa fueran motivo para insultarla, llamarla ‘puta’ y amenazar con ‘violar su cadáver’.

Como señala Franca Basaglialas mujeres son consideradas ‘cuerpos’ para otros, lo que ha impedido que se les considere completamente como seres políticos y sociales: no se le considera personas. Cuando una mujer desaparece, se le culpa inmediatamente por no cumplir con el rol que le corresponde, de ahí que la respuesta se traduzca en amenazas, slut-shaming, intentos de ejercer control a través del miedo y el escarnio.

Aunque suelen ser minimizados por tratarse de ‘trolls’, la violencia en línea no tiene nada de inofensivo: comentarios como los recibidos por la familia de Fernanda y otras desaparecidas son parte de las constantes agresiones que las mujeres viven todos los días. La violencia feminicida también se traduce en no sentirse segura ni siquiera en redes sociales.

El odio es palpable en las respuestas que recibió la búsqueda de Fernanda, por si necesitábamos un triste recordatorio de que las mujeres aún son atacadas en razón de su género: tanto por quienes las privan de la libertad y por los feminicidas, como por quienes, lejos de ayudar a localizarlas, las insultan y agreden.

 

Fuente el caminante